Circe Maia
En el Tiempo
Circe Maia
En el Tiempo
Ni mármol duro y eterno
Ni música ni pintura
Sino palabra en el tiempo.
Antonio Machado,
INDICE
I - VER ANO
Donde había barrancas- 7
Mojadas uvas ... - 9
Vámonos de nuevo-11
Anochece en el campo-12
Por esto-13
Planes- 14
Del Queguay- 15
De noche- 16
Firme y seguro amor- 17
Los versos de lluvia I, II- 18
III, IV- 19
V -.— 20
Interferencias-21
Sobre el Caraguatá- 22
Salía de la tierra ...- 23
Una vez- -24
Cosas que traje 1,11 - 25
III —.- 26
El regreso -i-- 27
II - MAR Y CIUDAD
Sol en el ala- 31
Arboles de la costa- 32
El mido del mar- 33
La piedra del mar- 35
Vendrá un viento del sur- 36
De mañana- 37
Los álamos- 38
Mediodía- 39
Junto al muro-- 40
De abril- 41
En Tacuarembó I- 42
II . 43
III - 44
Yéndose- 45
En el tiempo I- 46
II -47
Domingo---48
III -LA MUER TE
I ..—.51
II -.--- 52
III - 53
IV —.-. 54
V ..—-- 55
VI ..— 56
VII . 57
VIH---.- 58
IX . 59
X - 60
XI .-...61
XII .—..62
XIII .. 63
XIV .....65
XV ....— —-— 66
XVI . 67
XVII - 68
IV - VI VIR NUESTRO
No queríamos--—---— 71
I (El tren nocturno)- 72
II (Las cosas) ------—•— ---- 73
III (Y sin embargo)--—— 74
El golpe ------- 76
Anochece -----—77
La sed ---—----- 78
Tiempo en la calle -- 79
No hay noche -- 80
Los que iban cantando--—— 81
Los que duermen---82
Ciertas canciones --------83
Salir .. 84
Antes de que amanezca —--— 85
El refugio------ 86
Pozo — ---—•— 87
El gajo verde ----— -- 88
Los remansos ---- 89
El cambio-- 91
No aquella eternidad —---92
Una de las veces que Antonio Machado se refiere a la poesía,
la define como "respuesta animada al contacto del mundo".
La relación con la realidad es, por consiguiente, estrecha, ín
tima: se trata de un diálogo. Vemos en cambio, muy a me¬
nudo, que la poesía se ha vuelto monólogo, perpetuo girar
del pensamiento sobre sí mismo, oscuridad expresiva, acu¬
mulación de imágenes.
Se considera muchas veces a la belleza como una esencia
aislada de lo real, del vivir cotidiano, -y aún en oposición
con él-, de modo que las ocupaciones corrientes, la vida
en compañía, serían trabas para el creador. ' Comparto, al
contrario, la opinión que ve en la experiencia diaria, viva,
una de las fuentes más-auténticas de poesía. Su expresión
adecuada es un lenguaje directo, sobrio, abierto, que no re_
quiera cambio de tono con el de la conversación, pero que
sea como una conversación con mayor calidez, mayor inten
sidad.
La misión de este lenguaje es descubrir y no cubrir; descu -
brir los valores, los sentidos presentes en la existencia y no
introducirnos en un mundo poético exclusivo y cerrado.
Para cumplir su misión, el lenguaje cuenta con el auxilio
de las cualidades formales: los valores sonoros, cierto rit¬
mo, cierta estructura. Ellos son función del contenido, me
jor dicho, la única manera cómo el contenido logra su exi_s
tencia.
Cada poema debiera tener su forma intransferible como ca¬
da objeto real tiene su color y figura propia. Es por esto
que no me parece deseable el uso casi exclusivo de formas
tradicionales, como el soneto. (Este último es muchas ve¬
ces preferido porque provoca más fácilmente la ilusión de
que la plenitud del poema se ha logrado.)
Mucho habría que decir sobre este difícil problema de la re -
lación de forma y contenido, pero sólo quiero agregar la con
vicción íntima de su profunda unidad; precisamente, la in¬
tensa felicidad que provoca ia creación poética me parece
que consiste en lograr, a veces espontáneamente, otras con
dificultad, la indisoluble unión de lo expresado y su "mane¬
ra", cuando el sentido se hace transparente y vivo a través
de la forma.
Sobre el material que compone este libro, poco hay que de¬
cir, Los poemas más antiguos se encuentran en la seguhda
parte, "Mar y Ciudad",
Los del comienzo, "Verano", son un reflejo de las muy feli¬
ces vacaciones que he pasado en campaña, en Paysandú y Ta
cuarembó.
En general, los poemas, tendían a agruparse en conjuntos, en
unidades más grandes, tal vez porque no he logrado dar en
ninguno de ellos aisladamente, la totalidad de lo que querían
expresar.
Es por eso que no he seguido eliminando y seleccionando. Nin
gimo parecía valer por sí sólo; los dejo, pues, que se apoyen
unos en otros, que busquen crear una atmósfera común que
los sostenga.
C. M,
I
VERAN O
DONDE HABIA BARRANCAS
Otra vez se levanta de la memoria el golpe
del remo contra el agua. Brilla el arroyo y tiemblan
las hojas en la sombra.
Miran ojos risueños, pelo mojado. Arriba
azul y sol y azul ... Mira los troncos negros
y rotos, oye el agua.
Tibia madera siento todavía en la mano
y a cada golpe sordo que da ahora mi sangre
se vuelve a hundir el remo en verde frío y algas.
Un tallo firme y verde venía enero alzando.
Y venían del viento, del amor, y venían
de la vida
alas rojas y en vuelo, los días del verano.
Rema, remero
y no escuches el golpe
negro, del remo.
El golpe corta trozos cortos de tiempo
trozos iguales, casi relojería
y se piensa que adonde se van cayendo
un golpe y otro golpe junto al vuelo del día.
Mira que se ennegrecen las blancas horas
y de querer pararlas ya casi duelen.
7
Caen al a g ua fríos y de ceniza
los golpes que en el agua dieron los remos.
Y atrás se ve la cara tersa del río
el rostro del verano, azul y liso.
8
MOJADAS UVAS.
Mojadas uvas, aire de vacaciones.
Sobre la palma de la mano, como un trompo girando
lavado, puro y negro corazón de la noche.
Qué a compás con nosotros su latido de tiempo
y cómo se sentía la dicha a veces, fuerte
densa, casi tangible
no se sabía dónde.
Al poner el mantel sobre la mesa, estaba
hecha de tela blanca o era de vidrio y loza
y en la cena, volaba
de un lado a otro, sobre
la luz de las miradas
de un vaso a un mueble, del pan al agua.
Se oía su latido
en las conversaciones
en los acogedores silencios, en saludos
en su : hasta mañana!
Ahora
se han ido a acostar todos
y como nunca más ha vuelto a levantarse
la mirada risueña,
se volaron las noches de diciembre y el brillo
de las frutas lavadas
se volaron los rápidos pasos en la vereda
y aquella que venía
-no se sabe de dónde-
dicha, ráfaga oscura
en la piel de la cara.
10
VAMONOS DE NUEVO
Tierra húmeda y negra de las barrancas
y raíces, al lado mismo del agua,
-Saltos sobre las piedras
y remolinos
hay hojas navegantes
y brillo, y frío, -
Una piedra lustrosa, negra y lisa
un reflejo de troncos, de pastos altos
de ramas finas
y una voz rumorosa de vientos en hojas
diciendo algo confuso, sobre nuestras cabezas,
Flores muy chicás
con pétalos que arrojan un rojo vivo
y casi alumbran.
Alas de insectos
de un celeste que casi no es color, transparente
tiemblan, se agitan.
Y aquel rumor de monte, de vida múltiple
latiendo en cada hueco, en cada grieta,
aquel ruido de viento, de agua
de pájaros alzando el vuelo
con un golpe de ala y un grito áspero.
11
ANOCHECE EN EL CAMPO
Si decrece la luz, se oscurecen los ruidos.
Turbia sonoridad va apagándose, uniéndose
a la naciente sombra.
Por el borde del cerro
ha empezado a subir la noche y su vestido
no se mueve; camina
con despacioso pie, con un roce sin ruido.
La mano oscura apenas toca y apaga luces
sobre pétalos lisos y amarillos. Sus dedos
tocan el agua apenas y el resplandor sumergen.
Sólo un sonido, un hilo de sonido va suelto
atravesando el aire oscurecido:
silbido de tropero por el camino, cerca.
El sol alza su luz, la levanta del suelo
y todavía flota, como tela liviana
transparente
en altas, finas ramas de virará y aruera.
12
POR ESTO
Porque apegué el reseco corazón a la cierra
junto a los viejos troncos de húmedas rafees
y absorbí hasta las venas su vida fría y lenta
porque sentí ascender la savia en el silencio
y escuché en el silencio crecer los verdes gajos
los arroyos minúsculos y el vaho de la cierra
renegué de mi sangre cibia y desordenada
alzándose y cayendo en mareas absurdas.
No quise más mi cuerpo, mi mirada sedienta.
-Ojos de un agua mansa
piel de corteza fría
y lisura de piedra-
Limpia luz de rocío, que no quiero mirarte
sino ver desde ti, el aire, el agua en sombra
el temblor verde, arriba.
Y no escuchar los pájaros, sino estar en el golpe
de alas, en el vuelo
hacia el azul sombrío.
13
PLANES
Nos levantaremos de mafiana temprano
para ir adonde están los membrillos del monte.
Por cauces secos de arroyos
-arena y piedra lisa-
de mafiana temprano.
Y no permitiremos que se nos borre nada.
Hay que atar y pegar el pensamiento
a cuanto ven los ojos: a una piedra
a una rama rugosa, a un agua fría
y a aquel puro destello del sol entre las hojas
de los talas del monte.
Cuando pienso en qué haremos
por pensar en qué hacíamos
parece que de golpe
todo se arremolina:
mañana con mañana que vivimos, se juntan
todas las noches vuelan juntas, en una ancha
noche de maravilla
que se me acerca, a veces
hondísima y radiante
Y digo:
volveremos y andaremos de nuevo
rodeados y apoyados fuertemente
en el brazo de día.
14
DEL QUEGUAY
Resbalaba rozando piedras del borde
rafees, troncos
y antes de hacerse espuma y ruido
parecía quedarse como en dos olas quietas
de volumen pesado, parejo, lustroso.
El sol daba un dorado fuerte a veces
y en los pozos del fondo, color humo.
Un raro gris de sol por sobre el agua.
Y van corriendo rayas brillantes, veloces
juntándose y abriéndose
y al caer sobre piedras, rompiéndose en burbujas .
Y allá arriba se mueven hojas y ramas
-balancear en el viento-
y mas arriba luz azul, tibieza,
azul solar,bien alto.
15
DE NOCHE
Quedaba el monte alrededor, oscuro
negras las altas hojas, un árbol y otro árbol
confundidos, en sombra, cuchicheando, .
Y de a ratos, apenas se entreveía un trozo
de cielo, hondo y brillante,
resbalando, goteando resplandor en las hojas.
Llegábamos al ríos
de tersura y silencio el agua honda
de húmeda luz dormida.
Para no hablar y estarse sentados a la orilla
para escuchar subir rumores y descender silencio
en vastas olas
desde ardientes y heladas estrellas,
Y los claros del monte
eran como lagunas de luz azul y gris,
(Pero cómo abrumaba
el destello del cielo).
Sumergidos a fondo en la luz de la noche
sintiéndola en la piel, como se siente el frío
del agua en el arroyo
navegamos por ella como en un agua pura
negra, resplandeciente.
16
FIRME Y SEGURO AMOR
Firme y seguro amor venía en el aire
subía de la tierra
se movía en el aire entre las hojas
giraba y daba vueltas.
Vivir aquellos días en verdad fue beberlos,
un vino puro y fuerte, un intenso latido.
El color y el sabor de ese enero dorado
todavía se pegan, tercos, a los sentidos.
Ah, verdadera dicha . 1
Saltan de la memoria de pronto, un gusto a monte
y un azul de alegría.
Color de la alegría, azul alto y liviano
el vuelo de los días.
17
LOS VERSOS DE LLUVIA
I
Con un viento de lluvia
que vuela en rachas
que cae sobre el río
picando el agua
vamos volando:
la risa se nos moja
la cara, el canto.
Por las hojas brillantes
y sacudidas
por las ramas que quedan
negras y frías
voy resbalando.
Con el ala del agua
vamos volando.
II
Tiene el ruido de lluvia
tanta alegría
tanto blanco entusiasmo
de risa: limpia
que nos levanta:
una tierra sedienta
parece el alma
18
III
Y después, queda el monte mojado.
Gotean las hojas,
y hay gotas colgando en el aire frío
que muestran un mundo brillante
diminuto y nítido:
una ventana
que da hacia un universo
de luz y agua.
IV
De las altas capas del aire
el granizo baja cantando.
Canta en sílabas frías y duras
la feroz alegría del agua
sobre verdes sembrados.
No te quiere el granizo, hombre dormido.
Arroja piedras crueles
rompe tu sueño
alza tus párpados.
No te quiere el granizo, vida dql suelo
ramita niña, gajito verde
polen liviano.
19
V
Y por los troncos negros y por los gajos vámonos
vámonos con el agua,
y abajo, abajo, a la humedad oscura
de rafees y piedras enterradas.
Siente subir de abajo un ansia silenciosa :
alma de tierra y polvo sediento se despierta
sube al ruido del agua
y asciende por los troncos,
hacia arriba, las hojas
las finas nervaduras ..
Alma de tierra y polvo sediento sube y tiembla
se estremece y se estira
hacia el viento de lluvia»
INTERFERENCIAS.
Hay un lugar en donde caen hojas
castaño-amarillentas; un buen color de otoño
muy acogedor, tibio.
Por arriba se cruzan ramas entrelazadas
y hojas temblorosas y finas. Del sol cae
y salpica una luz parpadeante;
se encienden y se apagan las hojas.
De mirar estas cosas, he vuelto a ver, de pronto
una calle de barrio, camino del liceo.
Arriba, casi juntas las copas amarillas
y debajo la calle con las hojas caídas
arrastradas, corriendo...
Y era un techo de oro sobre un río de oro,
en algún mes de oro, como mayo, sería.
Vestido azul, cuadernos
bajo el brazo, y el ruido y el tinte de las hojas.
De qué modo confuso siento que se entreteje
esta enmarañada madeja...
Esta tarde se tiñe de muy viejas semanas,
le pesan otras tardes y otros atardeceres
y r>o suelta una luz, ni -m sabor campesino
sin que de mi ciudad, como un humo, le llegue.
Y no puedo mirarla sino desde vividos
días, desde las muertas horas vividas.
Sus vidrios transparentes empaño con mi alma
enturbio, con un polvo que sube del recuerdo
su cristal inocente.
21
SOBRE EL CARAGUATA
Cuando desde las islas de arena y sauces
sale un chajá volando y gritando su nombre
porque el bote se acerca
cuando es casi de noche
y un resplandor rojizo navega en el arroyo
cuando en las dos orillas'
se ha oscurecido el monte
y ensombrecen el agua gajos de sarandíes
qué bueno es el quedarse callados y sintiendo
sólo el golpe del remo
sólo el ruido del agua
estirarse a tocar la flor del camalote
con su sol pequeñito en pétalos azules
o abandonar la mano en el frío brillante.
Los sauces de las islas
finos y altos
dejan que se le apagúe
su verde claro
Aunque estemos callados y no cantemos
un rumor como música vuela y envuelve
vuela y abraza.
Y el cielo de la noche
cae en el agua.
22
SALIA DE LA TIERRA...
Salía de la tierra un verde tierno y húmedo
un tallito y dos hojas
desde un oscuro fondo de tierra negra y ramas
buscando luz a tientas.
Vivir ciego, vivir de tiempo silencioso
levantándose; terco
impulso, ansia secreta
alza su verde nuevo bajo del sol, se hunde
en el regazo tibio de la luz de febrero.
Y cómo así, tan chico, delgado, desvalido
está como apoyado en una oscura fuerza
como envuelto en cuidado y en protección, ahora
como si en una firme mano se sostuviera.
Y se ha entregado así, ciegamente, a confusos
rumores de verano, a una ancha luz inquieta
a seguros peligros y a una segura sombra
que ha de llegar, sin duda.
Y antes de que su tierno corazón se destruya
antes de que se ajen sus dos hojitas nuevas
se ha volcado a la luz, se entrega al mediodía
como si en una firme mano se sostuviera.
2*3
UNA VEZ
Una vez, como era temprano, caminamos
antes de ir a acostarnos y después de la cena
por dentro de una noche inmensa, cielo bajo
blanco de estrellas.
Caminamos por dentro del resplandor cercano
como dentro de música
dentro de un titilante silencio transparente
envueltos en canciones remotas y secretas.
Y aunque nadie cantaba
atravesando nieblas de ancha luz nocturna
caminábamos
sintiendo de algún modo como una voz, volando
sobre nuestras cabezas.
Y como no veíamos la tierra que pisábamos
todo se volvió cielo:
los ojos fueron cielo,
el corazón prendía y apagaba latidos
y así fuimos andando por adentro del cielo
juntos y silenciosos
envueltos en estrellas.
24
COSAS QUE TRAJE
I
Sobre el haz de la leña
era un hilo enredado;
envuelto y desenvuelto brazo amarillo
de fibras crespas
quemándose, sonando
con ruido de apretado chisperfo
y luz violenta.
Del ovillo del fuego salió este hilo
lo saqué de su hambriento comer madera.
En la mano lo aprieto, paso en la boca
y da un gusto a escondida, salvaje fuerza.
II
Y me traje también una lámpara
de lenta luz fría
que encontré de noche.
La traje conmigo.
Alumbraba despacio y parejo
como un largo sonido remoto.
En mitad de la noche se abría
y soltaba destellos.
La corté como un tallo,
la corté, la traje,
para hundirme en su centro
y sentirle su helado latido.
25
III
Pero hubo un día, un día
que está todo conmigo.
Pero no era un día, fue de mañana, sólo
una sola mañana
de horas húmedas, viento de la reciente lluvia
ramas y hojas mojadas.
Si ahora llueve, si llueve
de aquí unos días
o de aquí muchos años,
se lavará dé nuevo esta mañana
que está conmigo
lavada luz, lavado amor del día
chorreando gotas frías
amor callado.
Porque está toda entera: suena en palabras
que dijimos, en ruido
de hojas y de agua,
Suena en alas y agudo grito de pájaros
o algún largo galope.
Quedó conmigo.
Quedó su claro aroma, su color de neblina
y es un vaso de fresca alegría secreta
que me llevo a los labios.
26
EL REGRESO
Regresarán follajes y entrecruzar de ramas,
el complejo rumor de los árboles, los múltiples,
salpicados, cambiantes colores de las hojas.
Volverán a su única semilla
a su primera vez, a su germen oscuro
donde un día dormían.
Y juntos, sin saberse ni verse, sin el ansia
por salir a la luz desde allá abajo
como ahora se esfuerzan en los espesos montes
alzándose y luchando.
Regresará aquel rojo de pétalo encendido
aquel verdor de luz, de dorada alegría
aquella flor veteada y de irisar rizado
todo aquel amarillo llovido sobre el campo
cuando abril se caía en gotas amarillas
sobre un lado del cerro.
Todos regresarán a su hueco de sombra
al centro oscuro y simple donde estuvieron juntos
donde una vez durmieron.
27
II
MAR Y CIUDAD
SOL EN EL ALA
Sol en el ala, gaviota, cuando cruza
tu grito áspero el aire azul, el viento
con qué ligero paso camina el día y corre
la luz sobre la espuma.
Cómo es liviano el corazón
-al vuelo, al vuelo,' -
y qué idioma dichoso
el ruido de las olas»
Alegría.
31
ARBOLES DE LA COSTA
Arboles de la costa junto al viento
parados sobre dunas soleadas
temblorosos de sol y luz marina.
Agua sobre la arena y en la piedra
agua de borbollón y salto
agua de las confusas alegrías
y burbujas saladas
y soles diminutos...
Se puso a trepar mis muros
y mi sangre
la espuma llena de astros
titilantes.
Cómo no estar contigo y ser de arena
contigo
antigua y turbia voz, amor desnudo
desmoronado frío.
32
EL RUIDO DEL MAR
Hay un tejido, una red luminosa
que tiembla en la arena, por abajo del agua.
Se ve a través del verde transparente
como una temblorosa trama.
Cuando la ola rompe su espuma
quedan burbujas sueltas, chiquitas
sobre la piel del agua:
brillan intensa, nítidamente
enseguida se apagan.
Por la suave curva de las olas
sobre su lento avance
sobre su amplio movimiento seguro
la luz resbala.
Se deslizan los resplandores
por los movedizos toboganes del agua.
Ruido del mar, qué golpe derramado
qué entreverada voz y qué sonido
tan confuso y oscuro
cuando todo en redor está tan claro.
Todos los límites
firmes y recortados
todo con su color tan decidido
los colores tocándose
uno al lado del otro, sin mezclarse.
33
Y parece que cada uno: limpio
y liso azul, rojo tejado
verdor brillante
diera un sonido puro e inaudible
y todos un acorde fuerte y claro.
Pero el ruido del mar no se comprende,
se desploma continuamente, insiste
una vez y otra vez, con un cansancio
con una voz borrosa y desganada...
Y no se sabe
qué es que quiere o qué pide
el turbio ruido oscuro
cuando todo en redor está tan claro.
34
LA PIEDRA DEL MAR
Es una piedra chica, gastada por las olas
mojada y con arena, cuando la recogimos.
Mojada y seca, opaca
pero blanquísima
sobre la palma abierta.
Sobre todo del tacto vienen las realidades.
De su suavidad y peso, y más aún su frío.
No tanto su blancura, fundida ya en el resto
de colores volantes en la playa.
No tanto su blancura, definida a esta hora.
Blanco sin grietas, parejo blanco limpio
que si anochece vuela con azules y rojos
sobre las azoteas.
En su lago de blanco los ojos se sumergen
pero su pura gota de color se disuelve
se cae en las corrientes de colores llovidos
que borra un aire negro.
La dureza y el frío permanecen, se sienten
sobre la mano, clara realidad de la piedra.
Fría materia, ligero frío, frío
sobre la palma abierta.
35
VENDRA UN VIENTO DEL SUR
Vendrá un viento del sur con lluvia desatada
a golpear en las puertas cerradas y en los vidrios
a golpear en los rostros de agrios gestos.
Vendrán alegres oleajes ruidosos
subiendo las veredas y calles silenciosas
por el barrio del puerto.
Que se lave la cara la ciudad endurecida
sus piedras y maderas polvorientas, raídas
su corazón sombrío.
Que por lo menos haya asombro en las opacas
miradas taciturnas.
Y que muchos se asusten y los niños se rían
y el verdor de la luz del agua nos despierte
nos bañe, nos persiga.
Que nos dé por correr y abrazarnos
que se abran las puertas de todas las casas
y salga la gente
por los escaleras, desde los balcones
llamándose...
36
DE MAÑANA
De luz brumosa y fuerte, de celestes clarísimos
de luz, pero borrosos
fue el mar esta mañana.
Y no era aquella luz limitadora y dura
que corta y que señala
que aísla cada cosa
tocándola
sino que era una luz que envolvía y unía...
Qué mañana, mi Dios, qué celeste de dicha
de niñez, de alegría.
Nunca había visto el mar tan claro y nebuloso
a lo lejos, borrándose
volcándose en el cielo.
Se nos volaba el alma volando en el celeste
luz de agua y de amor nos alzaba y volaba.
Qué mañana, mi Dios, qué vivir tan liviano
tan entregado.
Y como no quedábamos mirándola de afuera
sino que adentro entrábamos,
pudimos conversar y reimos... Dios mío
cómo el día abrazaba
que hasta pudo el amor andar así, sin peso
como juntos andábamos.
37
LOS ALAMOS
A un golpe de viento
un temblor de la luz en las altas
hojas de los álamos.
Hacia arriba, hacia arriba
un vertical impulso recorre las ramas
derechas y altas
desde el tronco agrietado.
Desde las hundidas raíces a las últimas hojas
arriba, hacia arriba
se estiran los álamos.
De noche, sus sombras cruzan la calle:
negros caminos
sobre las piedras de la calle
puentes oscuros
entre las angostas veredas.
Cuando hay viento, viene de su altura un ruido
balanceo de hojas y ramas.
Y otras veces, quietos
sus altísimas hojas
penetran en la noche, en su sombrío cielo.
Altos, inmóviles
doble hilera de álamos.
Altos álamos negros.
38
MEDIODIA
Se mueven las manchas de sol en el suelo
sobre el empedrado de la calle. Se oye
gritar vendedores y hay ruido de carros.
De conversaciones de vecinos, llega
un fragmento suelto... Mira arriba, siente
cómo el mediodía se apoya en los techos
y detiene el lento moverse de hojas.
Ahora están inmóviles
los trozos de sol en el suelo.
Las madres llamaron sus hijos y almuerzan.
No hay nadie en la calle.
Verde en sombra y verde transparente, arriba
luz tibia de enero
persiana entreabierta, un húmedo y fresco
aire en los zaguanes.
En los escalones
hay niñas que juegan con piedras, las alzan
recogen y sueltan.
Payana de infancia, claro mediodía
viene un sabor de la niñez, un soplo
una salpicadura de aquel río de dicha.
39
JUNTO AL MURO
Junto al muro crecen plantas de hojas grandes
verde muy oscuro.
Tienen pintas blancas, como huellas dejadas
por un llover de leche.
No sé su nombre. Miro sus flores blancas, chicas
juntas como en racimos.
Se inclinan a la tierra, no se ven casi, ocultas
entre las grandes hojas.
Hay plantas muy solares, con flores estiradas
hacia los amarillos resplandores del cielo.
Pero esta planta dobla sus hojas a la tierra,
gusta de la humedad, y de la fría sombra
del aire del invierno.
No sé cómo se llama, pero se que es la misma
que cuidan en los patios de sus casas, las manos
arrugadas y viejas.
En macetas antiguas, en patios con baldosas
gastadas, o en los fondos con parrales, las riegan
las miran con dulzura.
Ahora miro las flores a la luz; están húmedas
son dos pétalos juntos y una luz irisada
recorre su blancura.
Flor cerrada y oculta, junto a una hoja gruesa
irregular, manchada.
Racimo en sombra y frío, inclinado hacia el suelo
sus cabecitas puras.
40
DE ABRIL
Para María Teresa
Este día tan lleno de niñez:
las cápsulas verdes de los eucaliptus
en el suelo, entre hojas,,
El buen aroma frío y viejo, trae
de la mano, consigo,
los paseos al sol y por un parque
en un abril de viento.
Por mirar la vereda así y oir el ruido
de las hojas, arriba;
por recoger las cápsulas y aspirar hasta el alma
su antiguo olor, se puede
-a veces sí, se puede-
abrir puertas cerrados hacia días remotos:
las mañanas de sol y un aire limpio, fino
los bancos de madera por el borde del parque
las veredas desiertas
un viento decidido contra la cara, frío
y en la mano, tibieza de la mano materna.
41
EN TACUAREMBO
I
En el Tacuarembó borroso y simple
de mi niñez, jugué en calles de tierra;
en los días del agua y la alegría
hice vasos con greda.
Por mis sueños dichosos
hay caminos desiertos
de la greda mojada que veía
al acabar las calles y al empezar el cielo.
Al acabar las calles y empezar los caminos
veía tierra ocre y unos árboles viejos.
Y no recuerdo más.
Agua de la memoria en que todo naufraga
eielo barrido siempre por el viento.
42
II
La calle de mi casa era de sombra quieta.
Asomaba a los muros un ramaje sin flores
pero había en el aire como olor a glicinas.
Aroma viejo y niño a la vez. Con la lluvia
era un contento andar las baldosas mojadas
y tocar con la mano el muro de cal fría.
En verano, la sombra era fresca y callada.
Un aire azul y tibio quitaba el pensamiento
y deslizaba imágenes de sol y escarabajos,
Y la tela liviana de la falda de lino
se arrugaba al subir por el árbol del fondo
hasta el muro soleado.
43
I I I
Vamos por calles anchas
calles del viento
hojas, flores azules
calle del cielo
corazón, mano, pájaro
alzan el vuelo.
A la hora del agua dorada
cuando el sol se ha parado en el río
vamos cantando.
Vamos por calles anchas
a los caminos
y del camino al puente
del puente al río.
Vámonos.
Antes que la mirada
del azul se nos cierre
dulce pupila.
Antes que el viento
se nos lleve de pronto
el día.
44
YENDOSE
No eran para guardar los días, las semanas
aquellas horas blancas de deslizar y vuelo
no eran para guardarlas;
olas nocturnas, noches de oscuro movimiento
olas de azul y sol, como eran las mañanas.
Al hacerse oleaje se volvían espuma.
No se pudo guardarlas.
¿ Cómo guardar el ruido-resplandor, que se quede
que no se deshaga?
Así venía el tiempo como hecho de su fuga
y de su mismo irse nos venían las horas.
Como venían yéndose eran la sed y el agua
una instantánea luz que se hacía de sombra.
¿ Cómo guardarla?
Sólo en choque en la roca, la espuma
sólo en vuelo, las alas.
45
EN EL TIEMPO
I
Hay eso que se acaba y sin terminarse
que se queda así, como capullo roto
gajo recién nacido, quebrado, una verde
planta pisada.
Pero hay cosas maltrechas, resistiendo
gastadas, sin fuerzas
y sin embargo están, ya ni se sabe cómo
y sin embargo quedan.
Cuando se cortan hilos extendidos
a tiempos no llegados
se ve desmoronarse
azul y resplandor de luz de agua, nuevo
verde que llegaría
voz que se escucharía
que se hubiera escuchado
y color de mañana silenciosa
desprendiéndose, lenta
de noches que vendrían.
Se acaba y borra
hora naciente
de golpe hundida.
En cambio nos quedan, no se van nunca
viejos restos, como hoja arrugada
amarilla de vieja
esqueleto de resto de vida
y se queda.
46
Los veranos de años futuros:
niebla, humo dorado de mañanas
atardeceres nebulosos, noches
como frutas oscuras
pero de oscuras frutas no nacidas
como cuando están en flor los ciruelos
todavía en flor y el verano lejos.
Tiempo que no ha venido y que quizá ya empieza
a dibujar sus formas, despacio, a delinearse
así, como perfiles en las nubes
como formas de espuma o arena movediza.
Se adivina un silencio latente de rumores
una sombra madre de un chispear de luces
como un agua negra, río subterráneo
subiendo, acercándose a la luz de afuera.
Desde el presente, alzando los ojos a lo lejos
es posible pensar que han levantado el vuelo
y vienen por un aire silencioso, los días
con aletear sin ruido.
Y están después atrás, terriblemente fijos
-palabra dicha, hora vivida, noche muerta-
fijos de una fijeza feroz, y no se puede
no hay nada, no se puede
ni los ángeles pueden
tocar un solo punto del tiempo sumergido.
DOMINGO
Respuesta en las miradas, pasos y voces.
Liviano día domingo, cómo llegas
cómo llegas lavando con sol las calles
lavando con sol las puertas
con sol los ojos.
Cómo llega tu luz en compañía
de tanto movimiento y de sonido.
Suena con confuso ruido de ola
de vuelo en bandada
de canto mezclado
de viento en ramas.
Y como en la arena se dobla la ola
cayendo en espuma
-un blanco de espuma con puntos brillantes -
así vuelca el domingo su cielo en la calle
su ola de azul se desploma
como espuma blanquea azoteas
fachadas, veredas
y en ventana y vidriera se clavan
resplandores de rápidas flechas.
Alrededor nuestro late el domingo
disperso entre todo:
trozos de domingo, tiempo, luz de domingo
ancha flor con los pétalos sueltos.
48
I
A las tres de la tarde le anocheció de golpe.
Se le voló la luz, el piso, las agujas
del tejido, la lana verde, el cielo.
Ves qué fácil, qué fácil:
un golpecito, un hilo
que se parte en silencio
a las tres de la tarde.
Y después ya no hay más. De nada vale
ahogarse en llanto, no entender, tratar
de despertarse.
Muerte, de pié, la muerte
altísima, de pie, sola, parada
sobre mayo deshecho.
51
I I
Recordarte es borrar, empecinadamente
una vez y otra vez, esta sustancia oscura
que de tí me separa.
Cadáveres de días que no viste, te cubren.
Llueven sobre tu rostro gotas lentas, espesas
y de beber, amargas.
Y bebo a grandes sorbos, y dolorosamente
este tiempo que crece entre tú y yo, borrándote.
Una vez y otra vez, contra olas de plomo
contra de la corriente, partiendo el oleaje
-olas sombrías, noches que no viste, te cubren-
Como un nadar terrible, ahogándose
y ver tu rostro lejos, en usa playa ajena
que no puede tocarse.
52
I I I
Pronto se irá el invierno. Como un mar retirándose
al bajar la marea,
deja esas suaves islas, finas, lisas, lavadas
estos días livitanos, fríos, como de arena.
Y me acuerdo de ti. Así, de arena húmeda
que el agua ha de golpear y ha de aventar el aire
así, de arena fría, volandera, liviana
nuestros días, cristales
quebradizos, piedritas
costaneras
arena, arena, arena
horas de arena suelta
días barridos, frágiles.
Y me acuerdo de ti. Pronto se irá el invierno.
Vendrán, derrochadores de luz, días azules,
blanqueará nuestro almendro.
(Ya tiene la retama
dos flores amarillas)
Qué injusto, qué vergüenza
de estos ojos bebiendo los colores, los días
que tus ojos no vieron.'
53
Vino diciembre, alegre,
mordiendo fruta, riéndose...
Arbol de los limones
¿no te acuerdas entonces?
Mes de diciembre ¿ dónde
perdiste tus hermanos?
¿ no te acuerdas entonces?
Por la abierta ventana
entró una voz de viento
la voz de la mañana:
-Que el cielo del verano
no tiene historia
que es sólo azul presencia
luz sin memoria.
Vuélvete adonde eras
vacío y sombra
día aún no llegado
reloj sin horas.
Oías nuevos, ligeros
qud fácil el volar
así, sin llevar peso.'
Minutos y minutos
vuelan las horas
cómo vuela la muerte
tan alta y sola.'
V
Hoy me puse a cantar canciones tuyas
cuando no había nadie.
Y venía tu voz, alzándose, venía
borrándome la ajena luz, volando
tu voz hacia la mía
como por otro aire.
Venía como niebla de cariño
-y como tan de lejos-
un ansia doloroso
de querer acercarse
y aunque casi llegaba
-ya más cerca, más cerca¬
no podía alcanzarme.
Porque tu voz volaba
ay, querida, querida
por otro aire.
55
Me dicen: siempre sigue con nosotros.
Y yo pienso, de pronto, oscuramente
que este papel escrito por su mano
tiene ya al gunas letras muy borraos.
La palabra ••domingo" está muy tenue,
es posible que pronto no se lea.
. „» Domingo, era verano, el reloj mostraba
alguna hora, mientras tú escribías.
Haría sol, quizá viento, pasaría
por la calle la gente, conversando,
la cabeza, inclinada, la mirada
sobre el papel, el corazón tranquilo
y la querida mano describiendo
lentamente, los trazos: de, o, eme,
Domingo..,
Ah, cómo siento así crecer la muerte.
Qué ganas de llorar, decir llorando:
-Todo se ha muerto, sí, todo se ha muerto
y nada se ha salvado, todo muerto,
las letras, el papel, la luz que daba
sobre el papel, el lápiz que corría
la hora aquella, sí, la hora, el aire
muertos como la mano que escribía.
Para buscarte hay que cerrar los ojos
porque ya es demasiado azul, ya es demasiado
azul frío e intenso
y abrir los ojos es como embarcarse
y echarse a navegar por un azul violento.
Y yo no quiero, ,
Vuelvan días contigo
y azules viejos,
Y cómo duele ahora la danza de colores
y me duele la blanca luz, y el amarillo
de la flor de retama.
Hay un ahogo, un grito
detrás de estas doradas
semanas reideras.
Que de días como éstos se disfrazó la muerte
sobre días como éstos pisó su enorme peso
quebrándolos, rompiéndolos.
VIII
De blandos materiales, como cortezas húmedas
como una suave harina que se alisa y deshace
como miel, como el musgo
como hojas de plantas que crecen en la arena
cubiertas de pelusa gris, ■ como el aire
de abril o marzo...
Y nada igual, tan suave
como aquella presencia alrededor, aquella
compañía silenciosa, el ligero
ruido de las agujas de tejer, la mirada
que ahora en sueños, llega.
A tu lado, contigo
tu voz todo alisaba
tus ojos protegían
el tacto de la piel de tu mano, aliviaba
el peso de los días.
58
I X
Hoy estamos rodeados de ceniza.
Vuela de altas hogueras, adonde no se sabe
qué días nuestros nos están quemando.
(Se quema el tiempo muerto, y la ceniza
vuela, y ahoga y vuela).
Ahora cae, despacio, con la lluvia
y cae fría luz nacida muerta
ceniza de algún gran temblor dorado:
un viejo mediodía, un fuego antiguo
que recién se ha apagado.
Vuela y ahoga y cae
despacio, con la lluvia.
Si se cierran los ojos
se empieza a descender grado por grado
una honda escalera
un laberinto circular, bajar, hundirse siempre
y dar vueltas y vueltas.
Es entonces que viene
en una tibia ráfaga
un trozo de canción que ella cantaba
y llueven como nunca y más que nunca
harapos de este día ceniciento.
59
X
En una hora así, un día así, con viento
blanco de agua, con campanas, cuando han salido todos
que no se puede imaginar que andas
por otros cuartos
que no hay nadie y nadie conversa
y nadie canta,
cómo duele el silencio cuando es hecho de voces
ausentes, de palabras
que nadie dices
risas de sombra, voces
conversaciones muertas.
Cuando duele el vacío y es un filo de hierro
y pesa al corazón como un pájaro muerto.
Cuando la ausencia es dura presencia de la muerte,
dura presencia, muro para golpear llorando
y ensangrentar el puño y golpear todavía.
No abren, no se abre, no van a abrir más nunca.
60
Como tú te quedaste parada en aquel día
y no quedé contigo,
y seguí atravesando umbrales que no viste
auroras que no viste y que me amanecieron,
no es posible ahora decir: tú nos dejaste
sino que te dejamos
Y haberte abandonado, y no quedar contigo
y oir como entre sueños la voz que dice: Vuélvete.
Vuélveme hasta mi tierra
mi antigua tierra
volvió.mi pensamiento
y yo no he vuelto
y volvieron los pájaros
hasta su cielo
volvieron a mi tierra
y yo no he vuelto.
x i r
No se podía decir dónde se hallaba
ni hacia dónde corría esa limpia corriente
-callada, callada-
Estaba alrededor por todo, como el aire
abrazo permanente
río de amor, hondura de amor, oscuro y puro
siempre.
Para pisar seguro sobre la tierra, estaba
y para regresar de cosas muy amargas
abrazo de regreso
beso de la mañana, vida en una liviana
hora sin peso.
Para volver del frío de la calle, del viento
del invierno
para volver de las duras miradas
de los ruidos chirriantes, humo, hierro
para curar heridas silenciosas sólo con la mirada
sólo con la sonriente mirada del regreso.
Ahora no se apuran los pasos en la calle
para volver. Despacio
se vacila en la puerta
se escucha con terror los pasos que se arercan
(quizas podrían, fueran... )
golpea el corazón, se enturbia la memoria
y sólo su presencia, sonrisa, ojos queridos
me vive alrededor, vive y sonríe y abre
los brazos...
62
XIII
Soñé que eras joven
y que te reías
bajo un árbol alto
que el viento movía.
Tu risa era tuya
y mi edad tendrías
y era tu mirada
pero el pelo suelto
alta y delgada.
Casi al despertarme
el viento crecía
volaba el vestido
tu rostro cubría
y el árbol giraba:
te desdibujabas
te desvanecías,
0
En los sueños de dicha
hay algo amargo
una vago conciencia
que algo ha pasado.
No recuerdo tu muerte
te estoy mirando
pero el recuerdo quiere
abrirse paso.
63
Viene con una espada
corta los lazos
entre el rostro querido
y entre mis trazos
y como un agrio viento
borra tus rasgos.
0
Casi siempre, en los sueños
estas sonriéndote
y viene de ti un blanco
cariño alegre
En tu sillón, o bajo
del limonero
con amor la mirada
y siempre riendo.
Otras veces cenamos
y estás callada
y se mn abre una herida
por tu mirada
Se me va yendo
el dulzor de tus ojos
y me despierto.
64
X I V
Hundiendo la cara en sus sacos de lana
en la ropa doblada que envejece en cajones
pasando la mano por una tela suave
sus vestidos caseros.
Ropa que usó, botones que abrochaba
bolsillos en que queda el roce de sus manos
tintineo de llaves, ruido de la pulsera
pasos muy conocidos.
Sobre estas realidades tan ciertas, tan reales
se desplomó la muerte y fué cayendo:
Cayó sobre sus ojos y sopló en su mirada
cayó sobre sus manos y resbaló al tejido
cayó sobre su voz, pisó su voz, cayendo
en la piel de su cuello.
Se pegó a la gamuza
de sus zapatos (muerto
muerto ruido de pasos)
Y en todos los rincones de la casa, caía
como lluvia, la muerte: en cosas que arreglaba
en carteras, en hojas... Pesadas, silenciosas
gruesas gotas de muerte.
Y aún a todas las cosas que miraron sus ojos
y tocaron sus manos
les creció alrededor como un aire de frío
que era tibieza ausente.
Allí cayó la muerte, y allí esta ahora, quieta
como un agua de pozo.
65
X V
Pesada está la tierra de muertos
y llenas de retazos de sus vidas, las cosas.
Atravesamos entre la maraña
de viejas horas deshilachadas
y muertas, no. Se niegan y no quieren
se pegan a las cosas sobre las que cayeron.
Horas que habían llovido blandamente
o habían caído como puñetazos
sobre cuartos con luz y ahora oscuros
o en una tibia sombra y ahora iluminados.
La dura luz quiere desalojar los restos
de tiempo herido, que no quiere irse.
Y allí está, quieta sobre el sillón, la hora
de aquel tejer del día aquel de mayo.
Quieta sobre el sillón, no quiere irse
y desde aquel lejano ruido de las agujas
no se ha levantado.
66
X V I
Un perfume pesado
un hondo aroma oscuro como de rosas viejas
grandes y fatigadas rosas rojo sombrío
doblándose hacia el suelo desde un tallo inclinado,
O como de vestidos de grueso terciopelo
polleras de profundos pliegues ahora inmóviles,
(Seguramente guardan roces, movimiento de bailes,)
Aroma como a cosas no totalmente muertas
a medio destruir, grises sobrevivientes
yéndose, oscureciéndose cada vez más, cayendo.
Yéndose de veranos radiantes y violentos
se rodean, se envuelven en su oscuro perfume
como quien en un manto gastado se protege.
67
XVII
Hecha de resplandores violentos
y hondísimos vacíos
la memoria.
Cuando, por Dios, se pide saber adonde fuimos
cuando salimos riéndonos, una vez, conversando
piso vacío, pozos
pierdo pie en agua negra
y me caigo y me hundo
en sus huecos de sombra.
Como gritar en grutas muy profundas
en solitarias cámaras
como vagar en opresivas piezas hundidas
en asfixiantes sótanos.
Con este amor a tientas, entre niebla
busco palabras que se me perdieron
una pregunta, un gesto...
Otras veces, de golpe, una enceguecedora
imagen se desploma:
brevísima y aguda
como una punta de metal al rojo
se levanta del turbio polvo de la memoria.
Mirada aquella, risa aquella que ha vuelto
en un abrirse súbito, un rasgarse, un relámpago
palabra aquella oída
terrible cercanía de infinita distancia
terrible cercanía.
68
IV
VIVIR NUESTRO
NO QUERI AMOS
No queríamos ángeles ni rosas
-claro que no queríamos -
aquella flor sin peso, sin su tierra
la rosa pura en soledad y frío.
No queríamos cielos de refugio
ni menos esa lluvia de palabras
como una niebla fina
sino ver y vivir, estar y ver
junto con otros, descender los días
atravesar el tiempo de la mano
de mañanas veloces
por mediodías anchos de luz, junto con otros
caernos hacia el mismo corazón de la noche.
71
I
(EL TREN NOCTURNO)
Haz como si viajáramos
en los trenes nocturnos.
Enfrente nuestro, algunas
caras ajenas, serias.
Detrás del vidrio un viento
frío, oscuro, jadeante.
En los trenes nocturnos a menudo se cierran
los ojos. Es muy fácil
que el monótono ruido cierre los ojos. Alguien
apoya, a veces
su frente contra el vidrio.
Con una mano tapa la luz del vagón, suelta
sus ojos a la noche.
Y ve pasar los árboles
derechos, juntos, negros.
En una estación trata de leer un letrero „
Quedan detrás las letras, la estación, la mirada
de un empleado, solo
en el andén vacío.
El pasajero vuelve sus ojos a los rostros
de los que con él marchan.
Sí, mejor olvidarse del mundo fugitivo
detrás de los cristales.
72
II
(LAS COSAS)
¿ Para quién son entonces
tranquilas, quietas, siempre
quedándose
mientras tú y yo nos vamos?
Como si atravesáramos una plaza, de noche
nosotros, con la noche
de la mano del viento
y atrás vamos dejando
bancos desiertos, piedras
faroles apagados
árboles entrevistos
vistos de paso, apenas.
¿ Y para quién se quedan
-ya casi ni las vemos-
tranquilas, apoyadas
en su aire sin tiempo?
73
III
(Y SIN EMBARGO...)
Y sin embargo he visto maderas esmaltadas
con dibujos ya un tanto confusos
y he mirado sus vetas ya rayadas y opacas
con los bordes gastados.
En la calle envejecen los lastimados troncos
-plátanos en hilera-
aire de gas y humo empaña el verde puro.
Agrietados, se arrugan de vejez casi humana.
Cicatrices y nombres. Se apoyan tantas manos.'
He visto piedras lisas y escalones cavados
de un triste mármol sucio.
Escaleras ya a veces peligrosas, crujientes
y baldosas con colores borrosos.
Cuántos zapatos, cuántas
pisadas
cuántas manos recorriendo y usando vasos, ropas,
apoyándose en largas barandas...
Nos vamos, y en la rápida corriente
que nos arrastra, caen
las cosas que tocamos.
74
Alejadas y puras, se estaban, en silencio.
La húmeda madera viva y fría, la piedra
feliz de sí y limpia de miradas.
Los metales mezclados entre sí y con la tierra
todavía' no eran razón de sufrimiento.
Pobres manos oscuras no los tocaban y eran
en tiempo de inocencia.
Ahora las ciudades alzan sus altas casas,
crean un movimiento que vuela como el aire
y como el viento arrastra.
Corren por largas calles hojas junto a papeles
Son diarios rotos, o deberes de escuela
o boletos, o apuntes.., Papel humano, vuela
se arruga y amarilla como los hombres, muere
como los hombres.
Y sólo el mar, que moja la frente fatigada
de la ciudad, descansa.
Con su igual movimiento que a nada se dirige
que de nada comienza, un ruido inagotable
una ola, otra ola... Parecen no tocarlo
las sedientas miradas.
75
EL GOLPE
A veces casi puedo, como antes
aliarme con las horas mañaneras.
Hay días de gran viento, de aire fuerte
abiertas calles, anchas de sol, y hay pétalos
suaves al tacto y a los ojos... Hay seguiros colores
y perfumes livianos de alrededor, a veces
como del mismo cielo.
Hay días como abrirse de ventanas
hacia vientos del sur, hacia gaviotas.
Se podría, quizás, el sumergirse a fondo
penetrar y volar sobre minutos
alegres, levantados...
Pero entonces, de pronto
-sucede velozmente-
como caída brusca
como gota pesada
viene una imagen turbia, un recuerdo de sombra
que de súbito, cae
endureciendo, helando
como un golpe de frío y agua oscura.
76
ANOCHECE
Es como un movimiento de humo, un levantarse de niebla
un continuo ascender que no se oye.
Siento subir la noche desde donde se hunden las rafees
un apenas visible
vapor oscuro.
Veo un tiznado aire ennegrecer zaguanes
apagar las sonrisas, desteñir los vestidos.
Y vacía el color de los árboles, va subiendo
balcones de blancos edificios.
Anochece en los cuartos con ventanas abiertas
donde alguien cosía. Y se cierran los libros.
Como no se ha sentido subir la noche, todo
parece detenido.
Y tampoco se sabe si es el aire de sombra
el que lima los bordes de las cosas, las junta.
Anhelo de la noche: reunir aislados hijos
borrar todos los rasgos que distinguen las caras
confundir y mezclar los ruidos, las bocinas
silbidos de muchachos, risas, gritos de niños.
Una unidad oscura nos envuelve y estamos
silenciosos, mirando sobre la calle en sombra
volar restos del día.
Algunas azoteas tienen sol y en las altas barandas
se apoya la gente.
Conversan, envueltos en la luz rojiza.
77
LA SED
El agua que toca los labios
y en la mano está quieta
agua sólo de agua
sin azul y sin ruido
y hasta adentro se llega
¿ por qué camino?
La simple
la silenciosa
solo agua quieta
sobre mi mano abierta.
Es sed de realidad que me calma esta agua
sin prestados vestidos de azular y murmullo.
Sed de un agua desnuda
sin cielos que se tiendan
sin aquel su escaparse
sed de existencia cierta.
Sobre mi mano
apenas tiembla
callada y simple
callada y quieta.
78
TIEMPO EN LA CALLE
Caminando entre ángulos, chocando picos, puntas
envueltos como en densa polvareda de ruidos
y resplandores súbitos
a duras penas se anda con un paso parejo
con un ritmo de acuerdo, con un seguro aire.
Se atraviesan los días ciudadanos, cortándose
con un caer filoso de tiempo apre surado:
minutos como llover de agujas, gotas
de algún líquido acre.
Y hay humo, y hay un polvo, y hay rostros fatigados
detrás de ventanillas... y qué pozo vacío
qué doloroso fondo de agua opaca e inerte
en las miradas.
De silencios metálicos, irrompibles, se hacen
paredes y paredes por todos lados, anchos
paredones fortísimos.
Chocándose con ellos, andrajos y jirones
herido amor, callado
va rozando los muros, pisando las balsos as
con los pies lastimados.
79
NO HAY NOCHE
Quebrada en resplandores de vidrieras
herida por aguda lüz de anuncios
alza la noche un vuelo lastimado
hacia el cielo borroso.
Se retira de plazas y de tiendas y cines
de una luz que no es suya y que sus ojos ciega.
Se retira ascendiendo
y allá arriba le tiembla el ala oscura.
Lámina desteñida, y de a pedazos, viéndose
desde calles estrechas, desde pequeños patios,
pide piedad por apagados verdes
por cortezas hendidas.
Hay como un espejismo de día, un dfa falso
con su sobresaltado rumor y luces múltiples
sin su tibieza azul, endurecido.
Como si hubiera muerto el día verdadero
pero no lo dejaran, le ahuyentaran la sombra
no dejaran
lo obligaran a estar de pie, y despierto.
Por este • falso día caminamos
con ur. ruido r’e ruedas y motores
y con un aire humoso
pidiendo por aquella, por una ausente noche
para caer, tenderse.
80
LOS QUE IBAN CANTANDO
Los que iban cantando
tan de mañana
¿ iban al río?
Rato se oyó su canto
por el camino.
Los que dormían
no lo sintieron
pero el canto abrió puertas
ventanas, cielos
del corazón, cerrados.
Por entre el sueño
sólo era alegre y sola
voz en el viento.
De aquel confuso canto
-voces mezcladas-
no se pensó en las bocas
que lo cantaban:
Sólo era un canto
por el camino
de madrugada.
81
LOS QUE DUERMEN
La cabeza apoyada en el brazo
desprendidos del suelo, de la vida, caen
más abaje, hacia un fondo pesado de sueSo.
Más lejos todavía unos de otros
y sin embargo juntos
juntos sobre una tierra en vuelo
con los ojos cerrados.
No se ve un cielo húmedo y húmeda tierra
y el ligero temblor y el lento movimiento
de estrellas o de nubes.
Y no se siente el viento sobre techos
como telas mojadas
cayendo en azoteas oscuras.
Sobre algo peligroso y suelto e inseguro
navega el sueSc,
Pefo si alguien despierta,
si alguien prende su lámpara
siente ilusoriamente todo firme y aliados
lo rodean sus muebles y su piso y su techo
como escudos de luz, metal, madera.
82
CIERTAS CANCIONES
Casi no se las oye, es apenas
un ruido remoto y el canto
ahora no se entiende.
Dios, qué abandonada
la canción bajo el cielo
qué desamparada
la voz subiendo.
Alegres, alegres, de un baile, una fiesta
cantan, alegres.
Las gargantas libres, los cuerpos girando
las voces mezclándose
alegres.
Y sin embargo, cómo
ahora, desde lejos
da pena
da lástima
da un amor doloroso por ellos.
83
SALIR.
En la cocina, un desayuno alegre
con una mesa junto a la ventana.
Si no fuera tan tarde enseguida
si anduviera la mañana despacio
si se le entretuviera el paso, afuera.
Si se pudiera estar, un rato más, ahora
con el brazo apoyado en dibujos del hule
mirando por los vidrios hacia el'fondo.
(Algún verdor de sol
en las hojas largas de los durazneros...)
Y cómo se hace siempre tarde y cómo
se apresura la luz, se apura el viento.
Es tarde por las calles y en los ómnibus
es tarde por el cielo
en la ciudad despierta el ruido de la prisa
y es como un levantado polvo de pies ligeros .
84
ANTES DE QUE AMANEZCA
Si hay que madrugar y está oscuro
y en casa todos duermen
cuando en la calle hay luces todavía prendidas
salir, con pasos rápidos por veredas sin nadie,
como hay que atravesar, velozmente, una plaza
no se miran sus húmedos árboles soñolientos
un verde oscurecido, que recién se despierta
y un aire blanquecino que empieza a levantarse.
No hay tiempo para ver, antes de que amanezca
volverse pobre, ausente, descolorido, el cielo.
Antes de que una luz azul se balancee
alta, alta y ajena
sin bajar a tocar las baldosas gastadas.
Todavía se siente la noche en los rincones.
Se despega sin ganas de los bancos, se muere
sobre el asfalto, junto con hojas y papeles.
En la parada hay grises rostros de frío, serios.
Antes de que amanezca ya está el día cortado
repartidas sus horas no nacidas.
Un esquema del día hay en cada mirada.
Sobre grises esquemas repetidos, sabidos
la luz desciende, pura
alumbra, nueva y fría.
85
EL REFUGIO
Hacia la noche bajan el desamor y el frío
hacia su tibio pecho de hondura en sombra.
Cuánto vértice hiriente se lima y desvanace
descendiendo al oscuro regazo de la noche.
Cuánto estallar de luz despiadada, se hunde.
-Tajo curado, rostro cubierto
Había un párpado abierto que no quería, abierto
costándole, doliéndole
y que por fin se cierra.
Hay una mano pura de silenciO'allá abajo
y una venda de sombra.
Hay un dejar caerse sobre una tierra amada
hacia donde alguien cuida, alguien calla y no duerme.
Soltándose, confiados, bajan hacia la noche
uniéndose, apretándose
como antes nos hundíamos en el pecho materno
cubriéndose de amor, tapándose, envolviéndose.
86
POZO
Gota de hora negra
sabor amargo:
todo converge aquí, se junta y pesa
acumulado.
Depósito, pozo de horas
fondo inerte, montón apretado
suma y suma, gotera de plomo
quemando.
Desciende de una vez, espesa luz húmeda
húndete en lo hundido, apágate, súmate
a fuego apagado
a ceniza caliente y ahogada.
De una vez, bajando
cae de una vez, apura tu lento
paso.
87
EL GAJO VERDE
En el vaso con agua el gajo verde
las flores blancas.
Entre amarillo y blanco el aire vibra
en verde y amarillo descansa el agua.
Tibio silencio, vida secreta
pétalo vivo, húmeda rama
se ve nacer la sombra verde del vidrio
desde las frías chispas del atf ua.
El gajo verde.
Las flores blancas.
Envolvente tibieza vive y reposa
en el vaso con agua.
88
LOS REMANSOS
Sobre el mantel, después de haber comido
-nos hablamos ido ya todos de la mesa-
íqué presencia tan fuerte de realidad y reposo:
los vasos en su vidrio, la jarra con su leche
tranquila luz cayendo sobre el frío de loza.
Y es como una alegría de miradas y tactos:
Color del pan, sabor del agua, blanco
blanco de arroz, de azúcar, de silenciosa harina .
Pero además, qué quietos
qué quietud de seguro contento, qué apoyados
qué reales, qué fuertes.
Conozco estos remansos que forma la corriente;
una vez los mirábamos en algún viejo cuadro
que un pincel cuidadoso recorría hace siglos.
Un ala de retablo: se ve el fuego prendido
-nítidas llamas rojas-, las maderas pulidas
y trabajadas, firmes.
Una jarra con agua transparente y brillante.
Y de espaldas al fuego, abrigada en un manto
Santa Bárbara lee.
Con qué avidez entonces y con qué sed ahora
vuelvo a mirar el vidrio, del mantel los dibujos
los reflejos de loza.
89
Como breves descansos al subir escaleras
es ascenso o descenso?-
como escaparse un rato de las ruedas girantes,
de golpes imprevistos, de un tiempo hecho girones..
Y en verdad, no se pu^de:
Un mundo inaccesible que en sí mismo reposa
y no permite entrar porque se quiebra;
un agua remotísima, luciente, fría, pura
que no puede llegar a los labios sedientos.
9Q
EL CAMBIO
Cómo, en que' forma, -no me doy cuénta¬
se espesa alrededor, se aprieta así, se cierra
este ahora real, de materia tan sólida»
Y antes, qué fácil*
Pasábamos a través por adentro de todo
corríamos a través y su interior se abría
y sin embargo, nada se deshacía, y era
sin duda muy real, cierto, cierto.
Es difícil ahora recordar y decirlo»
Sopla de aquellos días, si se abre la memoria
un viento mareador, un fuerte viento.
Pero era asís hendir sin lastimar, sin peso
como ir prendidos siempre al volar de los díc:
al vuelo de la tierra, sobre la tierra, en casa
pisando pie liviano, mirando en hora limpia»
Y ahora se han cortado ves como es cierto?-
se ha cortado algún lazo, algún hilo
y además se hace duro, impenetrable, de una
sustancia ciega, ahora.
Y pregunto que cómo, de qué modo.»,
Qué cómo ya no se siente el aire
que cómo todo se astilla y rompe
si antes no era, si antes no era
que cuánto falta ahora de aquel antes.'
91
NO AQUELLA ETERNIDAD
No aquello eternidad de la dicha, ni aquella
eternidad del llanto.
No el continuo aletear de ala de cielo
ni la continua llama,
sino la eterna vida de estar, de haber estado
desde que todo fué por vez primera
y no morirse más, seguir con todos
y siempre fuéramos.
Porque no sé de dicha pura, sola
limpia, limpia y sin sombra
polvo ni arena
sino de aquel surgir de la alegría
como que amaneciera
como reir después de haber llorado
como luz sobre el agua y en la tierra.
No sé, en realidad no entiendo
pero sí que quisiera
mirar desde muy lejos sobre días y años
haber estado entonces
estar después que muera.
Conocer los que no han nacido ahora
-no sé de qué hablarán, ni sus vestidos-
pero seguramente habrán horas como esta
el viento como ahora
92
noches como las nuestras
igual caer de luz y de agua triste
igual miedo de muerte
el mismo llanto y risa y la gran ansia
de vida para siempre.
Se terminó de imprimir en as el 10 de octubre de 1958,